domingo, 8 de febrero de 2009

No elegimos ver

No elegimos ver. Hoy denuncia Javier Marías en su trastienda del País Semanal la intolerancia del graffitero. Un tirano que nos impone su visión particular del arte. Quieras o no. Quieras o no, tendrás que tropezarte en tu honesta vida con sus deformidades coloristas. No podrás protestar. Nadie te abrazará ni te alentará cuando sufra tu sensibilidad y envejezca a machetazos. Sabes que nadie más que el tiempo se encargará de extirpar esa metástasis urbana. Te asiste el derecho a gritar, pero nadie va a evitar que vuelvas a dolerte en la siguiente esquina. Te encuentras con las paredes violadas del mismo modo en que nos tropezamos con las cónicas y perfectas deposiciones de las ovejas avergonzadas, si es que es domingo y hemos salido el campo. O con las imperiales mierdas perrunas de diversas tonalidades, si hemos escogido pasear por la ciudad. Tardarán horas en ver destruidas sus curvaturas. Pero a buen seguro, antes de que pierdan su hidratación primera, algún infeliz habrá dado un mal paso sobre ellas.

Me estoy apartando del tema. No quería ver. Pero he visto:

“Los diez lunares mas eroticos de Hollywood… ¡Algunos en lugares muy hot!”

El autor/a de esta frase tenido la delicadeza de teclear el primer símbolo de exclamación, me conmueve que haya observado esa costumbre que se va perdiendo. Aviso de exclamación, que pareces atropellado por la pereza humana y las ganas que todos tenemos de nacer angloparlantes. Mueres, pero hoy das tu último y más fiero zarpazo.

Por el contrario, la tilde ha muerto ya. La tilde ha muerto y, sin embargo, no ha muerto la mayúscula que encabeza “Hollywood”. Ha muerto también la cursiva que debería arrugar las palabras que extraemos de otro idioma e insertamos en el nuestro. Un detalle que nos diga: “estás saliendo de tu madre suave, tu magno idioma, te aventuras más allá del español”.

Las mayúsculas, las tildes, la cursiva.

Soy bien consciente de que tales sutilezas son absurdas y anacrónicas. Todavía el alcohol me deja espacio para entender lo obvio. Asimismo, creo muy probable que la ortografía, tal y como la entendemos, no sobreviva una generación más. Pero necesito de este absurdo y su ausencia me produce dolor real y físico. Mi estómago se encoge ante la imagen de la ortografía agonizante. Cierro los ojos ante la imagen. Quisiera morir por no ver repetido ese sufrimiento una próxima vez. Quisiera refugiarme durante un instante en los trazos de Goya, esos que parecen seguir frescos sobre el lienzo. Pintarme los ojos de esas oscuridades caravaggiescas de su arte final.

Por un instante, quisiera no seguir viviendo en este mundo destruido primero por el horror a la naturaleza debido y después por las emanaciones insalubres del individuo, el reverso de su cara que quiere ser silencio blanco de inocencia. Desesperado, necesito echar mano y sorber de la belleza.

Del excremento me protege la suela del zapato, pero ¿quién me protege del graffiti, de la sonrisa de satisfacción de un rapero, de las palabras pueriles de cierta presidenta? ¿Quién me protege de nosotras.com?

De la misma configuración que el excremento de perro, me he encontrado hoy con un título. Como mirando al cielo por el parque.

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