sábado, 18 de julio de 2009

Los dos


"Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros... Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más de prisa, abriremos los brazos, y... un buen día...
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado". F. Scott Fitzgerald - El Gran Gatsby.

¡Los dos se quieren tanto a sí mismos! Como él, preferirían morir antes que ver cómo sus sueños van dejando de iluminarlos. Los dos se acompañan de sus contradicciones del modo en que se portan -o son portados- en los huesos de su esqueleto y son muy conscientes de ello.

Se saben tan quebradizos que tienen miedo de abandonarse en las fluidas corrientes de la vida, no desearían encontrarse con una felicidad que no han escogido previamente. Quizá los dos sigan aterrados por la posibilidad de tener una existencia imperfecta, y traicionar al culto debido a sus esperanzas, que sólo deberán morir cuando ellos lo hagan. Ellos no valoran la vida más allá de sus emanaciones de inmortalidad. Sólo lo que no es merece ser.

Antes lo creían, pero hoy ambos saben que hay algunas cosas que no pueden olvidarse. Se dan cuenta si un día alguien les pone delante El infierno tan temido. Son terreno fértil para las obsesiones; a veces desean con tanta fuerza que se olvidan de la razón y del objeto. Y sus incendios interiores producen tanto humo que a veces no saben ni siquiera dónde pisan.

Pero, por extraño que pueda resultar, ante otros ojos, ellos constituyen el último estandarte del Buen Sentido. Son de los que recogen del suelo una lata, si no han acertado dentro de la papelera. Si no fuera un disparate, parecerían haber brotado de algún libro abierto de Montaigne.

Y nunca, ni en los lugares más poblados y divertidos, en medio de las mejores fiestas, pueden evitar la tentación de marcharse para volver a estar solos, a esos tiernos monólogos interiores que apenas arrojan novedades, pero de los que no es previsible que se cansen. Y así consiguen ver que, con los años, cada vez en menos ámbitos se escapan del abrazo definitivo del nihilismo. "Definitivo" es una palabra que los dos aman y detestan al mismo tiempo.

Y aunque lo hacen, ninguno de los dos reconocería que, en algún punto entre Verrières y París, aún siguen buscándose dentro de Julien Sorel.

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