domingo, 31 de julio de 2011

Argh


Intentar alcanzar el final de la raíz sin conseguirlo. La grama. Tímidos brotes, aún albinos, no tocados por la luz, blandos al tacto, parecen inofensivos en medio del bancal. Esto pensamos semanas antes de que se hayan distribuido en un tapiz, constituyendo una dañosa presencia que se pierde en las profundidades, donde la tierra tiene otra humedad, otro color y otra textura. Se lamenta el agricultor: no debí pasar por alto la tierna amenaza. Pasos pequeños llevaron bien lejos a lo indeseado, yo sólo he hecho lo mismo que él, fueron ellos quienes empezaron, no podemos competir si no evolucionamos, aducirán en su defensa los imputados de News of the World, tan sólo una rama como tantas otras que tiene el arbusto, y no la más principal. ¿Cuántos de entre todos los fieles consumidores de esas páginas juzgarían denunciables hoy todas esas prácticas?; no serían tan ingratos con aquél que le brindó tan buenos ratos. Por suerte, vendrán otros que les devuelvan esa crónica social que se les hurtó, para consumir con pipas, con galletas, en la tranquilidad de la media tarde. Esto es censura, aducirán consternados y consternadas, tenemos derecho a saber, recordarán, virtuosos y virtuosas de la democracia, todos los adictos a una basura que ingieren para tolerar sus propias vidas, mira qué cartucheras, pues a mí no me parece tan guapa: menos es nada. Junto al saúco, entre el muro y el borde de la tierra, lucen bien aferradas verdolagas, y bajo sus pies, una condena de espinosas flores con forma de botón charro. Puede uno levantar la azada y ensañarse con ellas, pero no terminan. A unos centímetros, amarillean las tibias fuerzas de una planta de calabacín.

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