Hablo de un anuncio de Casa Tarradellas, otrora modesta fabricante de fuets, actual multinacional alimentaria. En él se nos muestra a una pareja de añosos payeses de cabello nevado convertidos en ágiles cocineros de pizzas,
altos ambos, de porte aristocrático o cuando menos burgués. Sonríen constantemente, como si fueran inmunes a
la enfermedad, a cualquier afección, ya incidiera sobre el alma o sobre el cuerpo; la
muerte no es más que una entelequia en ese enclave rural donde armoniosamente se alternan tierras de labor y bosques. Tienen estos seres
afortunados; imagino que ellos serán la razón, el basamento fundacional de la Marca,
quiero pensar que esa masía será la genuina Casa
Tarradellas, y ellos el Matrimonio Tarradellas;
decir Masía Tarradellas habría cargado
mucho de catalanidad la marca, por ello, algo más transversal, más digerible en
Extremadura y en Cantabria, dejémoslo en Casa
Tarradellas, menos regional, apto
para las zonas frías de todos los Carrefour de España, sin problemática incursión en cuestiones políticas, para que el
madrileño recalcitrante pueda ponerla en su carro de la compra sin que le
asalte la molesta imagen de Mas o de Llach o de Ferrusola. Tienen estos
payeses, digo, un inmenso horno como de trattoria.
No nos lo ofrece el anuncio; pero el espectador intuye que han abierto con tijeras
la pizza Casa Tarradellas, con cuidado de no cortarse las manos con ese
plástico duro y traicionero, aunque ellos quizá nunca se cortan, como no se
duelen, ni tampoco sus nietos, que son rubios y también sonríen como un espejo,
como las infantitas, tanto las Habsburgo de Velázquez como las Borbón de Hola. Habrá abierto la
pizza él, pues en esa casa de septuagenarios las tareas se reparten
equitativamente, ¡Y hoy los nietos les han ayudado a poner la mesa! La han introducido
en el horno con la pala inmensa, tostada de mil pretéritos servicios, (en la Masía o Casa Tarradellas, han
debido hornear miles de pizzas Casa Tarradellas, y pienso ¿Encender ese
enorme horno para una, pongamos dos pizzas? derroche energético, como las
montañas de Ferrero Rocher en casa de
Judith Mascó, siempre Cataluña, como sinónimo de excelencia y abundancia alimenticia) y ahora
la han sacado. Se nos muestra la pizza Casa Tarradellas
humeante y deliciosa, ahora advertimos sus ingredientes, para que los nietos se reconcilien con el pasado, con sus raíces, con la vida campestre, con los paisajes escuetos
que Pla describió en escuetas líneas; todos resumidos en un símbolo: la Pizza
con Jamón de York y Queso, que quiere ser, con Lionel Messi y EyeOs, símbolo de la
Cataluña contemporánea. Los niños perseguirán durante la sobremesa a los
sonrosados cerdos de la Finca, cuyos magros tendrán cita algún día no lejano
con el horno, hasta que sus padres, la generación-enlace, que acaban de
llegar, les abran la puerta del coche familiar ¿Quién de los dos será el hijo del
matrimonio Tarradellas? ¿Habrá yerno o nuera? Tendremos que conformarnos con la
incertidumbre, pues ambos son igualmente rubios y sonrientes: la felicidad es
masiva, también viaja dentro del vehículo familiar, no ostentoso, pero sí
confortable y nuevo y limpio. Hay anuncios así, tantos, y rara vez les reconocemos
el valor que tienen, pasan por los intermedios sin que les demos siquiera el beneficio
de la observación.
jueves, 24 de noviembre de 2011
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