viernes, 19 de agosto de 2011

Danza Kuduro


Son siempre enternecedores los voluntariosos intentos vaticanos por congraciarse con la juventud y es digno de celebrarse el último episodio de este pretendido alineamiento con los entrañables códigos de los que habitarán el futuro, llevados a ello por el deseo de sustraerlos, tan imberbes, ¡aún a tiempo! de la perdición eterna que acecha al colectivo de los impíos, de esos que creen que se puede vivir sin abrazar la fe. Este santo ánimo depara momentos gloriosos e imperecederos, que nunca dejarán de renovarse; así lo espero.

Madrid, Plaza de Cibeles, 18 de agosto de 2011. El inclemente Sol de la tarde no consigue aplacar el fervor de los miles de jóvenes píos que agitan una variedad de banderas que parece mayor que la de los países que caben en La Tierra. Aguardan a la llegada del Santo Padre, que vendrá montado en una urna blanca que camina. ¿Qué canción elige la Jerarquía para ensalzar el alborozo desbordante de la espera, para que no decaiga la moral de todas las pubertades congregadas? “Quién puede parar eso que al bailar/ Descontrola tus caderas, sexy/ Y ese fuego que quema por dentro/ Y, lento, te convierte en fiera” Elige la musical orfebrería de la “Danza Kuduro”.

Es una lástima que, en un acto de contención, alguien haya tenido la ocurrencia de omitir la letra de la canción. ¡No vayan las masas fervientes a lanzarse a perrear cuando la urna y los apostólicos guardaespaldas que la protegen pasen por delante! Por suerte, la atronadora sección rítmica parece transmitir en toda su pureza el contenido de unos versos tan entusiastas.

Minutos después, con el Santo Padre recién llegado al escenario, recibe la bienvenida de Monseñor Rouco, con el rictus jovial que es hábito en él: “Madrid, querido Santo Padre, su Iglesia diocesana, sus diócesis sufragáneas y todas las diócesis de España os acogen con emocionada gratitud, sintiendo y compartiendo el mismo ardor (?) del amor al Papa que sienten y manifiestan sus jóvenes. Vuestra visita es una visita de un valor excepcional. Con Vos viene “la Iglesia Joven”, acompañada de sus Obispos diocesanos, sacerdotes, consagrados y consagradas, en número y representatividad verdaderamente “católica” ¡universal! ¡Cristo, el Señor Resucitado, pasa a nuestro lado!”.

Es tarde ya, pero me permito sugerir que, para una próxima ocasión, y en línea con el carácter juvenil de este evento trienal, podría terminar Monseñor Rouco su discurso alzando los brazos para entonar: “con las manos arriba, cintura sola, da media vuelta y sacude duro” y entonces ofrecer el micrófono hacia la multitud, que cerraría en emocionada declamación coral: “No te quites ahora, que esto solo empieza/ Mueve la cabeza y sacude duro” (Bis).

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