miércoles, 12 de agosto de 2009

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"Yo he querido que los ciudadanos españoles sepan y tengan muy claro que el gobierno y yo personalmente he autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación" José María Aznar, noviembre de 1998.

"173 comentarios". Sé por qué se me viene a la mente el reguero de baba en paulatina desecación que deja el caracol tras su constante avance. ¿Has probado a leer alguna pequeña muestra de esas páginas escoba que colean tras cualquier noticia, crónica o reportaje? Ni siquiera son tolerables en las mejores cabeceras -piensa que el ser amado no suele elegir al amante desesperado, y por tanto, su voluntad no es responsable de todas las pasiones que desencadena-. Por lo general, nos encontramos con una saliva espumosa que muchos aprovechan para untarse en la cara y darse así un mejor aspecto, ¡Qué simpar placer el de verse reflejado y desdoblado, sentirse parte de alguna página de cierta popularidad!. Es lo que tiene Internet, que concede el privilegio del protagonismo, o al menos, la presencia escénica a quien de nada puede enorgullecerse. El ciberespacio permite a los contagiados de la frustración irreversible la felicidad de sentirse sentidos, y en esto tienen la suerte que asiste a las cucharachas, la de ser capaces de alimentarse de igual forma con los escasos apoyos que con las abundantes muestras de contundente rechazo, que siempre parecen enaltecer su enloquecido clamor masturbatorio.

No, nunca uses el pensamiento razonado contra esta baba fluida que vuela escondida y anónima por los democráticos dominios de la Red, como las telarañas que penden de las lámparas, tan útiles e inocentes ellas, como el hilo de miel que siempre acaba atravesando la encimera limpia, como la indeseable estridencia de tanta publicidad absurda que se cuela sin permiso en la intimidad nocturna de cena y albornoz. No, nunca uses las palabras para rebatir a Cospedal, no le hagas la concesión de analizar sus hargumentos. Limítate a observarla decir barbaridades mientras se atusa los cabellos bajo la suave brisa que agita las palmeras en agosto.

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