lunes, 17 de agosto de 2009

El ganador simpático

"El mayor poder creativo se da cuando eres absolutamente inconsciente de las consecuencias". Álex de la Iglesia

Levanta la cabeza e imagina el pase más adecuado, y si no tiene la seguridad de que la pelota tendrá el destino que él desea, o sucede que un jugador contrario ha llegado ya para acosarle con patadas de hiena codiciosa, entonces él gira y se defiende con la elegancia del que huye para volver más fuerte (Es el gesto del David, aunque desvestido de arrogancia). Él gira amansando con los pies esa pelota brillante, trotando junto a ella en una precisa circunferencia, que envuelve al contricante, pero no la mira. No la mira, pues el oficio de sus ojos abarca todas las posibilidades que las reglas de su deporte le brindan a lo largo y ancho de esa pradera fabricada. Entonces, desde su posición de eje, liberado de los insidiosos insectos, juega.

No lo verás salir en ningún titular de prensa, pues en fútbol, ese privilegio sólo se concede a los que marcan goles o a los tuercebotas, si es que descansan junto a alguna ambiciosa modelo. No podrás detectar, por más que lo busques, en sus entrevistas el tan frecuente tono de la autocomplacencia, ese extraño abombamiento que denuncia a las conservas echadas a perder. Sentirás que, por su razón, los goles de su equipo te duelen menos, y que sus abrazos en las victorias elevan la categoría de este deporte que algunas veces es tan bajo. Xavi es la madre nodriza, el motor inmóvil, la causa del juego. Es el mejor -qué palabra-, pero pocos se atreven a decirlo. Su virtud se corresponde con todos los insanos anhelos que caben en los madridistas como yo, pero los mezcla con un sentimiento de tácita y reconfortante admiración.

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